Los domingos por la noche son acantilados
son melancolía aprendida con caligrafía de niña
cuando aún las palabras solo servían para nombrar las cosas
las cosas que se podían tocar y tenían forma concreta
un tacto concreto
una temperatura
un olor
una sombra
me-sa, si-lla, co-che, ma-má
Recuerdo el aula, la luz,
no recuerdo el rostro de la profesora, recuerdo su voz,
el cuaderno, recuerdo
forzar las sílabas,
alargarlas para conseguir leer la palabra entera,
era un acto físico, sonoro, era como tirar fuerte del hilo
que escondía la palabra quién sabe dónde
como ahora
como ahora que las palabras sirven
para nombrar
lo que ya no tiene tacto
ni temperatura
ni olor
pero sí sombra
una sombra densa
implacable
persistente.
Las noches de domingos son acantilados
puedes dejar caer piedrecitas
para ver cuanto tiempo tardan en estrellarse y hundirse,
como las palabras
caen tan despacio
en las noches de domingo.
En las noches de domingo
siempre
tengo más miedo de morir
que de seguir viviendo.
En las noches de domingo
siempre
tengo más miedo
de callar
que de decir.
precioso poema.
ResponderEliminarsalud
gracias B.
ResponderEliminareste texto es precioso. A mí me pasa lo mismo los domingos por la noche.
ResponderEliminarMe parece una pasada como escribes.
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