Lo que me tranquiliza del silencio
es que se dice igual en todos los idiomas.
Él pronuncia el silencio
como si empuñase una afilada certeza
de la que no podremos escapar.
Yo me pregunto si sabré fingir
que no escucho el silencio,
como he sabido fingir que no escucho
las risitas de la habitación deshabitada.
Y como he sabido obviar que es tan obsceno
pasear esta tristeza sin dirección.
Una tristeza que se observa de reojo
como se observan a esas mujeres
que se han quedado varadas
en aquel antiguo día de verano
mientras envejecen sin darse cuenta
pintándose los labios fuera de los labios,
colocándose flores de tela en la cabeza
que se agarran con desesperanza
a esos pocos cabellos lacios
que les quedan pegados al cráneo,
como líneas que nunca serán escritas.
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Las dos primeras líneas ya son perfectas. Cómo me gusta.
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