Ni sangre corriendo, 
ni huesos, 
ni músculos,
no, nada de eso,
solo ramas secas
para la niña impertinente, inesperada,
que hinchó tu vientre.

Nunca fue tan cierto eso de que de tal palo tal astilla.
Qué herencia más inagotable…
Cuando alguien se me aprieta fuerte contra el pecho
se puede oír el crujido
de las ramas secas
que me mantienen erguida.

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